PUNTOS SUSPENSIVOS

Ejercicio


























 

Coloca los signos donde creas conveniente:

¾ Yo yo tendría que pasar al baño un momento ¾murmuró Felipe.

¾ Sí, cómo no ¾ dijo Raúl, abriéndole la puerta presurosamente. La cerró otra vez, dio unos pasos en la cabina. Se oía correr el agua del lavabo. Raúl fue hasta la puerta del baño y apoyó su mano en el picaporte. "Pobrecito, a lo mejor se da un golpe", pensó, pero mentía y se mordió los labios. Si al abrir la puerta lo veía Tal vez Felipe no le perdonara nunca la humillación, a menos que

Este es el segundo ejercicio:


Vino la dureza del suelo, la humedad del lecho del río, en la espalda, y la tibieza de la luz en el rostro. Un relampagueo en la columna te avisó que habías pasado demasiado tiempo durmiendo sobre la roca. No recordabas cuán duras pueden ser las piedras. Te frotaste los ojos. ¡Habías dormido tanto! Como si hubieras dormido todas las noches de una sola vez. Lentamente las formas se condensaban, la luz se partió en todos sus tonos y las nubes fueron blancas y el cielo de un azul resplandeciente. El trinar del río y su olor a humedad abarcaban el aire ¿Cómo fue que acabaste en el río? No recordabas sino No recordabas. ¿En dónde diablos despertaste? Y para empezar ¿Quién eras? Las ropas oscuras que vestías eran impecables, con seguridad muy costosas, pero, además de la bolsa de ante llena de oro, los bolsillos estaban completamente vacíos. Nada, absolutamente nada que pudiera pregonar tu nombre o tu oficio ¿Eras rápsoda, carpintero, pescador? No. No esa ropa.

Una vereda donde se hundían las profundas heridas de las ruedas y cascos de mulas te señalaba el camino a un pueblo. Echaste a andar sin saber muy bien a dónde o cuándo, caminaste hasta la puesta del sol, caminaste entre los perros que salían al ladrar defendiendo sus territorios y al encontrarte y reconocerte huían despavoridos, caminaste hasta el confín del mundo y de vuelta al confín opuesto.