Solución:

 
  Después los días de pena, esos de la desnudez de la mesa incompartida, el alumbramiento del que ella salió a solas adelante, quién sabe cómo. De él lo único que le había quedado era un recuerdo que se repetía en las facciones de su hija y un oficio mal aprendido que cuarteaba los dedos, y al paso de los años, los iba torciendo.

Dos semanas y el volcán no paraba; por el contrario la fumarola que al principio había brotado de la tierra herida
se convirtió en una columna de apariencia maciza.

Ella despertó a medianoche sintiendo la fricción terrosa de la ceniza sobre su piel. Eso la ponía en pie para sacudir toda la ropa de cama, aunque luego fuera imposible volver a dormir.