PARÉNTESIS

Ejercicio

Trata de colocar los paréntesis donde sea adecuada su función en el siguiente fragmento:

Sobre la plancha de granito, que llegó a conocer de memoria, pintó aquella acuarela del hombre junto al buzón; cientos de marinas porque a pesar de su urbanidad vivía enamorada de los inmensos espacios de la naturaleza y tantas otras malvendidas para ir pagando la renta del cuartito de azotea y el sinfín de gastos menores que resultaban ser los mayores que hiciera en su vida.

Le dolió desprenderse del mueble el día que llamó su padre a la puerta y le dijo: "Mira m’hija, el templo acaba de terminar una ampliación para las viviendas de los misioneros, para que los hermanitos estén más cómodos, ¿ves? y yo quise contribuir con los muebles de cocina, necesito que me devuelvas las piezas que te presté ¿te acuerdas cuales digo? Esas que sacaste del ático hace mucho; tu entiendes que en estos tiempos no puedo darme el lujo de comprar otro mueble y no puedo quedarles mal".

La verdad es que, aunque lo quería a su manera, nunca estuvo demasiado cerca de su padre, y mucho menos desde que el hombre decidió convertirse a la santidad y había hecho causa común con congregación de empecinada lectura bíblica, estrechando sus lazos al punto de volverse a bautizar en una ceremonia compartida con la prima del ministro. Sin embargo, como siempre, comprendía todo ante su padre, y no pudo o no quiso negarse a su voluntad.

Más tarde llegó un sujeto rubio, asépticamente vestido, conduciendo una camioneta y, en un santiamén, mientras parafraseaba a Mateo, desarmó el escritorio y lo puso en el compartimento de carga.

La camioneta se volvió un puntito rojo en la distancia, ella se quedó imóvil, tras un nuevo clac, recargada en el vano de la puerta, con los pies colgando sobre el muelle, mientras el barco se alejaba cada vez más en la lejanía, con su viejo amigo a bordo, hasta que todo fue como un sueño y no quedó de la mole del navío más que dos o tres nubes de vapor en la línea del horizonte y el presentimiento de que nunca más lo volvería a ver en esta vida.

Fue un momento muy triste, sin duda; lo trágico era descubrir que después de tanto tiempo sobre esa plancha ya no podía de trazar una línea en otro lado, empezando porque no había otro lado, porque sobre esa mesa, improvisada de manera permanente, desayunaba, comía y cenaba cuando había que, dibujaba y se sumía en sus ensoñaciones.

Trató de tomar las cosas sin dramatismo: había perdido un escritorio, lo único por hacer era conseguir otro. En una tienda de artículos para oficina estuvo un buen rato mirando y remirando sin quedar convencida del todo: los que no tenían un tablero demasiado pequeño tenían una estorbosa fila de cajones a un lado, o no tenían la altura suficiente para cruzar la pierna mientras trabajaba; también estuvo probando varias mesas de comedor, por supuesto que le sobrarían sillas, pero ya les podría hallar buen acomodo, lo malo era que resultaban demasiado altas para dibujar cómodamente sobre ellas. Pasó a los restiradores de arquitectura: eran todavía más altos que las mesas de comedor, es cierto que se vendían apropiado para esas cimas. Se vio montando en una de esas belicosas bestias de patas arácnidas y, bajo la mirada impaciente de los empleados, se acodó sobre el lomo del insecto; a los cinco minutos una feroz punzada relampagueó en la parte baja de su espalda, aquellas sabandijas serían ideales para el trazo, pero no servían para soñar.

De todas formas se plantó delante de un vendedor, ignorando el turbante de satín ornado de piedras pésima recomendación al tratar con los traficantes en esas regiones las absurdas babuchas con sus proas mirando al cielo y el cegador alfanje que pendía de su costado, sujeto por un tahalí bordado de rubiés. Con decisión, señaló dos o tres de los pupitres y preguntó su precio. Cuando escuchó la primera cifra un encarnado sofoco le vistió la cara, con la segunda se puso pálida y antes de que el hombre terminara de contar la tercera, ella se había puesto su desleída chamarra de mezclilla, murmurando "muchísimas gracias, voy a pensarlo y luego regreso" entre dientes y había desaparecido por la puerta principal.

Este es el segundo ejercicio:

El fichero de lectura está compuesto de fichas, a ser posible de formato grande, dedicadas a los libros o artículos que hayáis leído: en estas fichas apuntaréis resúmenes, juicios, citas; en resumen, todo lo que pueda servir para la utilización del libro leído en el momento de la redacción de la tesis cuando quizá ya no está a vuestra disposición y para la redacción de la bibliografía final. No es un fichero que haya que llevar a todas partes, por lo que también podría estar formado por hojas mucho mayores que las fichas si bien las fichas por su formato son siempre manejables.