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Es siempre el punto de partida para el lector, por lo que debemos prestar mucha
importancia a este punto. De alguna manera determinará el camino que vamos a seguir en el desarrollo del
mismo ya que el propio título prescribirá el tratamiento que habremos de darle a nuestro trabajo.
Por ejemplo, si tuviéramos que hacer un ensayo sobre la literatura de J.R.R. Tolkien podríamos aspectarlo
de tres formas diferentes, digamos:
- La literatura fantástica de J.R.R. Tolkien
- El mundo mágico de los Elfos ¿Literatura o antropología?
- ¿Qué hubiera escrito Tolkien si hubiera continuado
la saga del Señor de los Anillos?
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En el primer caso es evidente que trabajaríamos un ensayo de tipo meramente
monográfico; tendríamos que hacer una bibliografía completa de Tolkien, añadir una
biografía y hurgar un poco en los estudios literarios o de otro tipo que se han hecho sobre este autor y
sobre su obra. Es evidente que se requeriría que interpretáramos y valoráramos ciertos datos
relevantes, pero nada más.
En el segundo caso estaríamos trabajando sobre un tema polémico, en el que tendríamos que
inerpretar nuestros datos, haciendo juicios de valor y arriesgando mucho más para justificar una respuesta
a la pregunta que el título propone.
En el tercer caso, el más difícil de trabajar, nos estaríamos proponiendo usar toda la lucidez
de que fuéramos capaces para imaginar, basándonos en los hechos que pudiéramos reunir y apostando
mucho a nuestro sentido común, lo que no existe, lo que no escribió Tolkien pero que, teniendo en
cuenta su temática, su estilo y sus intereses, acaso hubiera podido escribir.
Los tres ejemplos se refieren al mismo sujeto de estudio: Tolkien y su obra, pero no son en absoluto el mismo tema
y lejos están de serlo. Es muy importante tener esto en cuenta en el momento de desarrollar nuestro ensayo,
ya que cada uno requerirá un tratamiento diferente y adecuado a la manera de enfocar la problemática
de nuestro trabajo.
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